Cuando era pequeño odiaba madrugar. Con la edad se me ha hecho más llevadero, de hecho no es raro levantarme a las 5 de la mañana por trabajo, y lo normal es que me levante alrededor de las 7. Pero cuando era pequeño levantarme era un horror. Lo peor para mi de los 8 era madrugar, sin duda.
Tanto que fantaseaba con poder ir al colegio a distancia, sin tener que levantarme una hora y media antes (tenía que ir en autobús). Imaginaba que en el futuro habría en cada casa una cabina, como un fotomatón, en la que habría una silla, una pantalla y algo parecido a un rodillo en el suelo para poder andar. Y que las clases serían así, a distancia. El tema de la cabina era para tener una experiencia inmersiva. También se podría salir al patio de forma remota, de ahí el rodillo del suelo, y relacionarnos así con los compañeros.
Es curioso que acabara en un trabajo donde suelo teletrabajar con frecuencia (antes de la pandemia) y no pensara en esto hasta ver a mi hijo mayor tener que asistir a una educación a distancia y las pegas que esto conlleva.
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