martes, abril 16, 2019

La era de las identidades líquidas

En el pasado las identidades estaban bien definidas: pertencías a una raza, a una religión, a una nación, a una clase social. Sin embargo llevamos unas décadas en que las identidades se vuelven líquidas. Las religiones están de capa caída, las razas se difuminan, las naciones no definen a los ciudadanos. Y hay quien ve esto un problema.

Mucha gente, carente de referentes, se empieza a definir por otro conjunto de valores. Por ejemplo por su hobbie (soy runner), por su orientación sexual (gay, transexual) o por una pasión (soy fan de Apple). Y todas estas identidades pueden convivir no solo en un país sino en un mismo edificio de una gran ciudad.

Estamos en la era de las identidades líquidas, donde todo el pasado se desvanece y cada cual es lo que quiere. La humanidad, parece ser, necesita una identidad, y algunos tienen nostalgia del pasado cuando todo estaba definido. Por eso surgen movimientos que reclaman volver al pasado, por eso, entre otras cosas, gana Trump en EEUU, gana el Brexit en el Reino Unido o surgen patidos de extrema derecha que tienen tirón electoral en todo el mundo.

La izquierda tiene un problema ahí, ya que la clase obrera, al menos en el mundo desarrollado, no existe como tal. Está más identificada con sus hobbies, por ejemplo, que con los compañeros de oficina. Quizá por eso hablan tanto de "la clase media trabajadora" que es como no decir nada, pues con esa categoría se identifica tanto un administrativo que cobra 12.000 euros al año como un cargo intermedio que cobra 60.000 euros: mientras tenga que levantarse pronto por la mañana y trabajar todo el día para mantener su status quo es clase media trabajadora (o al menos así lo sienten). Quizá por eso la izquierda está tan perdida, y concretamente en España, cae en ciertas regiones en el limbo del nacionalismo, que agrupa a la gente entorno a una identidad fija, no líquida, y es más fácil atraerles como grupo.

La derecha también anda perdida, pues sus valores tradicionales (nación, religión, familia) también se diluyen. Intenta llevar a su electorado a valores tradicionales, pero solo lograrán atraer a los nostálgicos, el resto es impermeable a estos mensajes.

No me gusta nada que ningún partido abrace de forma decidida estas nuevas identidades líquidas y anden todo el día buscando referentes. Y esto va a más, no a menos. Las identidades se vuelven más líquidas, incluso en territorios donde hay un fuerte sentimiento de identidad nacional como Cataluña: los jóvenes están menos interesados en el movimiento independentista.

Las identidades líquidas son un progreso, no una imperfección del mundo moderno. Todo lo que sea ir en contra de ello es ir contra el progreso. Es más difícil conectar con los votantes, sí, pero es síntoma de un mundo mejor, donde cada individualidad es una maravilla que no se diluye en un grupo más grande.

El nacionalismo es, por cierto, una lacra. Los independentistas quieren imponer su identidad a parte de la sociedad, y los nacionalistas españoles quieren imponer también su visión retrógrada al gente que no comparte su visión. Lo que debería hacerse es diluir todos estas visiones, que son pre-democráticas. La libertad de la que disfrutamos es inigualable, nunca antes cualquiera ha podido tener su propia identidad y disfrutarla sin imposiciones. Nadie impide a los catalanes a que celebren sus rituales (Tió Nadal o Sant Jordi, por ejemplo). Nadie impide a los nacionalcatólicos a que vayan a misa en Nochebuena con sus pulseras de España. Nadie impide a un ateo runner que salga a correr la San Silvestre en Nochevieja y luego se vaya a dormir pronto.

Pero me cuesta ver la defensa de estos valores en los partidos. Los que más se acercan son el PSOE por un lado, pero sigue su discurso de la "clase media trabajadora" y cae en la adoración de los nacionalistas, como contraposición a la concepción franquista de España, pero que es un claro error, pues los nacionalismos van en contra del socialismo tradicional: en realidad los territorios no existen, solo las personas y lo que sienten, y los nacionalismos no quieren que haya redistribución social entre los que más tienen (que casualmente muchos tienen esta identidad nacional compartida) y los que menos tienen (que están en otros territorios). Lo mismo aplica, por cierto, a la Unión Europea, que funcionaría mejor si hubiera una mayor redistribución con una Seguridad Social común, un seguro de desempleo común, etc. pero los Estados con mayor renta per cápita no quiere.

El otro partido que se acerca a este modelo es Ciudadanos, que apoya muchas de estas identidades líquidas y combate claramente a los nacionalismos. Pero tiende a adorar en exceso al nacionalismo Español (eso sí, afirman, desde un punto constitucional).

Podemos, PP y sobre todo Vox están muy lejos de dejarse abrazar por las identidades líquidas. A ellos les gustaría un mundo más en el pasado, donde hubiera lucha de clases entre los proletarios y los burgueses (Podemos) o donde la nación y religión fueran más importantes (PP y Vox).

No hay comentarios: